La Música en el ISLAM

La Música en el ISLAM

TEMA 12 | El Islam. Codificación de la Liturgia y de la Música Litúrgica. Instrumentos y elementos teóricos musicales aportados por los musulmanes

EL ISLAM

Ya hemos apuntado que en el siglo VII, Arabia por su parte, se convierte en una encrucijada de civilizaciones y religiones: los Hanifes (hanifs), suerte de ermitaños reunidos en congregaciones ascetas, mantienen sus creencias en un monoteísmo primitivo; varias comunidades judías y cristianas se instalan a lo largo de la costa del Mar Rojo y en el sur (Yemen); pero la mayoría del país son tribus nómadas politeístas y en constantes luchas entre ellas. La ciudad de La Meca, ciudad santa de Arabia Saudita, con su Piedra Negra de origen meteórico, en la esquina oriental de la Kaaba, antiguo centro de atracción para los árabes politeístas por sus ferias y peregrinaciones, se convierte ahora, a partir de Mahoma, en nuevo centro de peregrinación y reunión espiritual monoteísta. Es entonces cuando en el 610, Muhammad –Mahoma- (c.570-632), luego de un largo período de quince años de meditaciones sobre las reformas espirituales y sociales de la nación árabe, proclama su: “mensaje recibido del cielo”: …El juicio de Dios (Alá) es inminente. No hay más que un solo Dios al que el creyente (musulmán) debe una sumisión (Islam) absoluta… Ultimo de la larga serie de profetas que incluyen a Abrahám y a Jesús, Mahoma se atribuye la misión de restaurar en Arabia el monoteísmo y de dar a su pueblo y en su propia lengua, el Libro (Corán) que lo iguale a los demás pueblos.

Rechazado al principio, por su radical y novedoso mensaje, Mahoma huye de La Meca hacia Medina en 622, Año de la Hégira[1], que marca el comienzo de la Era Musulmana.

Al no poder atraer a judíos y cristianos, Mahoma entró en conflicto con ellos; en 630 decretó la Guerra Santa  y proclamó su nuevo credo como religión universal. Sus seguidores se apoderaron de La Meca, ciudad natal de Mahoma y la convierten en Ciudad Santa de Arabia Saudita y pronto, contaron con el sometimiento de todas las tribus, llegando a dominar gran parte del Mediterráneo. Luego de conseguir la unión de las tribus árabes, Mahoma vencedor, regresó triunfalmente a La Meca, donde murió más tarde, en 632.

Ahora, el siglo VII, se caracteriza por una serie de cambios políticos, económicos, sociales y religiosos en la región del Mediterráneo Oriental y los Balcanes, donde los nuevos ejércitos árabes musulmanes se constituyen en una poderosa fuerza militar, ante los agotados imperios romano y persa e inspirados por la nueva prédica de Mahoma, logran conquistas importantes de territorios como la toma de Jerusalén en 638 y también de Siria y Palestina. Luego en 642, Alejandría; Persia, en 651 y a finales del siglo, África del norte. Por su parte, desde Roma, el Papa Bonifacio V, napolitano de origen y cuyo pontificado se prolonga desde 619 hasta 625; decreta la Inmunidad de Asilo para todas las iglesias.

Entre tanto y como señalamos antes, a partir del 622, se inicia la Era Musulmana; Oriente y Occidente ven nacer un nuevo Movimiento Religioso creado por Mahoma, promotor de un partido místico, reformista y radical, cuyas ideas se derivan de influencias judías y cristianas y se transforma en el Islamismo, monoteísta y espiritualista.

El Imperio Romano de Oriente pierde en el sur Siria, Palestina y Egipto; y por el norte y al este sufre las amenazas de los eslavos y búlgaros, los cuales reducen, aún más, el territorio controlado por Bizancio. Las muy antiguas Iglesias cristianas del Oriente y África del norte caen bajo el  dominio de la relativa tolerancia de los musulmanes árabes. Los árabes desarrollan y difunden un tipo de civilización urbana, mantenida por una producción agraria muy variada; con sistemas de riego avanzados, cultivos intensivos y el uso de nuevas especias y condimentos. Adicionalmente, introducen usos, tradiciones, costumbres, conceptos teóricos, danzas y múltiples instrumentos musicales novedosos[2].

En el 711, entran los árabes musulmanes a la Península Ibérica, cuando los caudillos Muza Ibne o Muça Ibne Moçar (640-718) y su lugarteniente Tariq ibn Ziyad a solicitud y con la cooperación del Conde Don Julián (llamado también: Yulián, Olbán, Urbán o Urbano) Gobernador de Ceuta  Andalucía, derrotaron en la Batalla de Guadalete, al último rey visigodo de la Península, Don Rodrigo Duque de Bética, a quien un grupo de nobles había entregado el trono del legítimo sucesor de Egica (rey 687-701), Witiza (rey de 701-710). Comenzó entonces a vivirse en el territorio de la Península, una situación compleja, ya que los musulmanes continuaron invadiendo el suroeste de Europa y durante ocho siglos tuvieron que coexistir y no siempre de manera pacífica, con sus usos, tradiciones y costumbres propias, tres religiones, cristiana, judaica y musulmana, inmersas en un marco geográfico y en un difícil período de transformación permanente desde el punto de vista ideológico, cultural, religioso-ritual, económico e institucional.

En la Península Ibérica; no obstante, para esta fecha el repertorio litúrgico-musical de la Iglesia en la Península estaba ya claramente, unificado y completo; recordemos que en 587, con la conversión pública al cristianismo del rey visigodo Recaredo (rey de 586 a 601), Toledo pasó a ser el centro de la vida litúrgica y musical de España. Y luego del IV Concilio de Toledo en 633 se concretó aún más, esta coherencia en el repertorio, con la aplicación de las normas que en tal sentido, había dispuesto el Concilio. En virtud de que los Códices que recopilan el repertorio musical de este período fueron copiados entre los siglos VIII y XI, se le suele llamar comúnmente, Repertorio Mozárabe, nombre derivado del árabe مستعرب mustaʕrab, que quiere decir, arabizado o Cristiano sujeto a la dominación árabe. Sin embargo, por la ausencia de claves e inexactitud en la escritura musical[3], son muy pocas las melodías mozárabes que han podido ser transcritas con garantía de autenticidad. Entre las que se han podido rescatar figuran: las Lamentaciones de Jeremías, del Antiphonarium mozarábico del Monasterio de Santo Domingo de Silos.

Es importante señalar y tener en cuenta que gran cantidad de los instrumentos europeos medievales son de origen árabe y llegan a Europa a partir del siglo VIII y especialmente, en la encrucijada de los siglos XI y XII, a través de Bizancio por el Mediterráneo, siendo asumidos progresivamente por la música europea -a través de los juglares y trovadores-, quienes los adoptaron y transformaron hasta lograr los instrumentos que son reseñados por los tratados de organología escritos a partir de los siglos XV y XVI.

CODIFICACION DE LA LITURGIA Y DE LA MÚSICA LITÚRGICA

Hasta el siglo VI, como acabamos de señalar, hubo diferentes Modalidades de Liturgias, usos y formas de Cantar dentro de la Religión Cristiana:

  • La Liturgia romana antigua, resumida en los Ordines Romani y los Sacramentarios, que contienen las oraciones del celebrante;
  • La Liturgia milanesa o ambrosiana, de la cual se conservan numerosos documentos; y
  • Las Liturgias hispana, mozárabe o visigótica; galicana; irlando-británica o céltica; bizantina; siríaca oriental; siríaca occidental y la copta o egipcia.[4]

La organización sistemática, es decir, la codificación y unificación de la música litúrgica ocurrió en tiempos de Gregorio I Magno (570-604), a partir del 593 y se prolongó durante los siglos siguientes a su pontificado.

Según las investigaciones del musicólogo y compositor belga del siglo XIX, François Gevaert[5], esta transformación definitiva se completa con la acción posterior de los papas Gregorio II (715-731) y Gregorio III (731-741). Pero es indudable que a partir de la segunda mitad del siglo VI y durante el siglo VII tiene lugar un verdadero florecimiento musical dentro de la liturgia cristiana.

El año 593 será pues, definitivo dentro del proceso de consolidación de las Melodías Gregorianas. Esta manera de cantar se extiende por toda la cristiandad occidental, predomina durante el Románico y llega a España en el siglo XI. Los cantos de las dos formas del Oficio Divino Católico o Liturgia de las Horas que son, el Oficio Monástico y el Oficio Catedralicio, se ordenan entonces y se recopilan, según el Año Eclesiástico, en dos (2) libros, a saber:

El Graduale Romanum el cual contiene los cantos que cambian en cada Misa según el Calendario Litúrgico o Propium: Introitus, Graduale, Alleluia, Tractus (en Cuaresma y Réquiem), Secuencia (Fiestas y Réquiem), Offertorium y Comunio; también, los cantos para las partes fijas u Ordinarium Missaæ: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus con Benedictus, Agnus Dei; luego el Réquiem y otros.

Y el Antiphonale Romanum en el cual se encuentran los cantos para el Officium de cada día, Horas Mayores: Matutinum, Laudes, Vesperas, Completorium; y Horas Menores: Primam, Tertiam, Sextam et Nonam.

Existe además, un libro adicional para los Cantos nocturnos: Matutinum (Maitines) o Liber Responsoriales

De acuerdo con la misma extensión de las melodías gregorianas progresivamente y luego del trabajo continuado de varios monjes dedicados al estudio teórico de la música, se llega al empleo del Tetragrama o Pauta de 4 líneas para escribir las Notas o Neumas, los cuales a partir de formas primitivas, se desarrollaron durante la Edad Media hasta convertirse en las formas cuadradas es decir, punctum quadratum y romboidales o sea punctum inclinatum, que aún conocemos. Se siguen utilizando también las Indicaciones Neumáticas de tradición greco-oriental:

  1. Para dos notas (Neumæ duarum notarum): Pes seu Podatus, primero se canta la nota inferior y luego la superior; y Clivis, primero la nota superior y luego la inferior.
  2. Para tres notas (Neumæ trium notarum): Porrectus, la primera nota superior, la segunda una tercera inferior y la tercera, inmediatamente superior a la segunda; Scandicus, tres notas ascendentes; Salicus, parecido al anterior pero separadas la primera y la segunda y esta a su vez, ligeramente acentuada; Torculus, nota inferior, seguida del grado inmediato superior y vuelta al grado inferior; y Climacus, tres notas consecutivas y descendentes.
  3. Y para cuatro o más notas (Neumæ quatuor notarum et amplius): Porrectus flexus, Pes subbipunctis, Torculus resupinus y Climacus resupinus.

Además, existen otros Neumas: Neumæ Semivocales seu Liquescentes: Epiphonus, Cephalicus, Pressus, Torculus, Ancus y Quilisma, los cuales no se refieren a la altura del sonido, sino al modo de ejecución de los mismos.

Es importante saber, que el Ritmo en el Canto Gregoriano es libre y está sujeto a la declamación del acento en el texto. Los valores binarios y ternarios alternan constantemente y de manera irregular, sin intervención de barras divisorias de compás. El tiempo primo o valor de la mínima duración, está representado por el Punctum quadratum, equivalente a la breve de la rítmica griega (una duración aproximada a nuestra actual Corchea).

Otras duraciones de notas simples, están representadas por signos llamados: Punctum inclinatum (de forma romboide), Virga (punctum con barra), Apostroha, Oriscus y Quilisma.[6]

Se emplean en el Gregoriano, Dos (2) claves, la de Ut o Do y la de Fa, las cuales pueden ser colocadas en diferentes posiciones dentro del Tetragrama.

La Reforma Gregoriana, convierte pues a Roma, en el centro indiscutible del desenvolvimiento de la Música Eclesiástica Occidental y de la Música Occidental en general. Llevados los elementos orientales a occidente, Roma los examinó, seleccionó con todo cuidado lo que consideró más conveniente y cualitativamente mejor y tras remodelar, pulir, fusionar y mezclarlos con los materiales existentes tanto en Roma como en Milán, la Península Ibérica y la Galia, creó algo nuevo que venía a convertirse en el Vínculo Universal tan requerido para reunificar la fracturada unidad; surge así:

El Canto Gregoriano (593), célula de la futura música occidental, que como hemos visto, proviene de una Mezcla y Síntesis de melodías y usos del sistema musical greco-romano, cantos litúrgicos judíos y melodías rituales cristianas orientales de Egipto, Siria, Bizancio (Constantinopla) y diferentes partes de Europa. Influyen en su formación:

  1. El Canto Llano Milanés o CANTO AMBROSIANO, definido en capítulo anterior, derivado de la disposición y manera de cantar los Salmos en coro, introducidas en las Iglesias de Antioquía y Siria por Ambrosio, traídas por él para la Iglesia de Milán en el 386. Establece los primeros patrones de himnos y estrofas uniformes para ser cantados por el pueblo en sustitución del repertorio vulgar y profano.
  2. El Canto Llano Visigótico, llamado también CANTO MOZÁRABE (del árabe مستعرب mustaʕrab= arabizado) impulsado por Leandro y su hermano, ISIDORO DE SEVILLA (c.560-636), arzobispos de la diócesis, conocida con el nombre de Bætica (Sevilla), interpretado por los cristianos que vivían en España y Portugal bajo el dominio árabe en la Edad Media. A finales del siglo VI, Isidoro ya hemos visto que definía como Simphonía (consonancia fundamental) a la música armónica con sonidos simultáneos graves y agudos con distancias interválicas de octavas, cuartas y quintas justas; los demás sonidos constituían Diaphonías (disonancias) o sea, eran discordes o no consonantes
  3. El Canto Llano Galicano o Francés, promovido por HILARIO (c.315-367) obispo de Poitiers y que era usado en todo el territorio de la Galia.
  4. El Canto Llano Beneventano, cultivado en la liturgia al sur de Italia, donde se habían asentado muchas comunidades monacales cristianas de procedencia sirias y griegas, en la región de Benevento (Campania) y finalmente:
  5. El Canto Llano o Viejo-Romano (Vieux-Romain), utilizado por la comunidad cristiana de Roma, con influencias netamente orientales bizantinas y melodías muy ornamentadas.

El Repertorio que se canta, en el Gregoriano consiste en cantos extraídos según la tradición, de las Sagradas Escrituras (Torá) en especial, del Libro de los Salmos, llamado también Salterio, el cual era el Libro de la Oración de Israel y contiene alabanzas, aclamaciones y súplicas; y también composiciones eclesiásticas, es decir, oraciones e himnos compuestos y utilizados desde la antigüedad cristiana. Los ascensos y descensos melódicos del canto gregoriano suelen utilizar con mucha frecuencia, intervalos de Segundas y Terceras; el uso de las Cuartas es menor; las Quintas solo ocasionalmente y las Sextas muy raramente.

El ascenso por Séptimas es casi excepcional y nunca usado en el descenso.

Las Melodías Gregorianas suelen ser:

  • Silábicas, cuando se utiliza una nota por sílaba.
  • Neumáticas, si usan dos y hasta cuatro o cinco notas por sílaba.
  • Melismáticas, cuando utilizan largas frases floridas para cantar una sola sílaba; frecuentemente, en las alabanzas a Dios y en los finales como por ejemplo, Alleluia, Deo grátias o Amén.

Por eso, al Canto Gregoriano se le suele definir como: La palabra de Dios cantada. Lo cantan los sacerdotes, el pueblo, los ministros, acólitos, lectores, diáconos y los Solistas-Cantores o Chantres, formados para esta disciplina de los cantos litúrgicos y reunidos en la Schola Cantorum. Las melodías gregorianas se construirán sobre ocho (8) diferentes Fórmulas de Recitación o Escalas Modales derivadas de las antiguas costumbres musicales de las escalas grecorromanas. No obstante, las escalas modales usadas en la Iglesia eran todas del género diatónico, pues como hemos visto, la melodía gregoriana no admitía el cromatismo. La única nota que podía ser alterada cromáticamente era el Si, que podía ser natural en la escala de Sol (hexachordum durum) o bemol en la de Fa (hexachordum molle). Los modos usuales estaban divididos en dos grupos: Modos auténticos y Modos plagales.

Los MODOS AUTÉNTICOS correspondían al Re (1er. Modo); Mi (3er. Modo); Fa (5° Modo); y SOL (7° Modo).

Los MODOS PLAGALES o Penitenciales, correspondían a los modos 2°; 4°; 6° y 8°, cada uno de ellos representaba una especie de derivación de los modos auténticos, ya que conservaban las mismas notas tónicas pero con dominantes diferentes.

Al igual que en las escalas griegas, estos modos se diferenciaban unos de otros por el lugar que ocupaban los tonos y semitonos en las respectivas escalas y también por sus diferentes notas finales y sus dominantes.

Esta nueva Cultura Musical fue transmitida oralmente, llevada y difundida por la fuerza misionera integrada por las órdenes y reglas monásticas de la Iglesia, en especial la Orden Benedictina que había sido fundada por el monje italiano Benito de Nursia, Patriarca del monaquismo occidental (¿480?-547), en 529 a través de la Galia, Britania, la Península Ibérica, Lombardía y los Alpes hasta la Europa Central. Así fueron creándose en el siglo VI y VII, los nuevos Arzobispados como el de Canterbury; poco después el monje irlandés Gallus o San Galo (553-646), fundó entre los Alpes y el Lago de Constanza (Suiza) la Ermita  y luego Abadía  de Saint Gall (614) o Sankt Gallen, la cual se constituyó en uno de los centros culturales más importantes durante la Edad Media y más tarde hacia el siglo VIII, el monje británico Winfrid (680-754) conocido como Bonifacio, quien en representación del Papa Esteban II, consagró rey a Pipino El Breve, se convirtió en Apóstol de los Germanos y luego murió martirizado por los frisones en los Países Bajos, reorganiza la iglesia franca, funda ayudado por Pipino y luego por Carlomagno, varios obispados, abadías y el Arzobispado de Maguncia en 747.

El siglo VII señala además, el comienzo de una Teoría y Ciencia Medievales de la Música, cuyo basamento gira alrededor de la Iglesia  Cristiana Católica y del Pontificado Romano.

Isidoro de Sevilla (¿560-636), a quien nos hemos referido antes; obispo de Sevilla (Bætica) a partir de 599, escritor y pedagogo, quien como vimos, ejerció gran autoridad y en sus escritos enciclopédicos y disposiciones supo exigir y hacer cumplir los acuerdos del IV Concilio de Toledo (633), presidido por él y en el cual se concedía especial importancia a la interpretación de los Himnos en el culto, como signos que no debían nunca omitirse en los servicios y ceremonias de la Iglesia. No vaciló en afirmar: Tam turpe est nescire musicam, quam nescire litteras[7].

En su obra ya anteriormente mencionada, Etimologías, verdadera enciclopedia de historia, cultura y tradiciones, él nos aporta además, importantes datos acerca de los instrumentos populares y tradicionales heredados desde el Imperio Romano, en la música de los siglos VI y VII, menciona y enumera entre ellos:

Acitabulum, instrumento de percusión en forma de copa; Bucina, tipo de corneta parecido al trombón; Tuba, trompeta recta de largo tubo con campana vistosa. Cithara, Lira; Barbiton, rabel o lira; Calamus, especie de flauta de caña; Classicum, trompeta ceremonial de fanfarrias; Cornu, canutillo o tubo; Cymbala, címbalos; Fides, Lira clásica; Fidicula, pequeña lira de cuerdas; Fistula, caramillo; Indica, cítara india; Lyra, al comienzo, caparazón de tortuga en cuyos extremos se sujetaban cuerdas tensas; Nymphaion u Organo Portátil, nombre dado a partir de esta época, al instrumento de teclas y fuelle de viento (derivado del Hydraulus, inventado por Ktesibius de Alejandría, en el S.II); Organum, nombre común dado a diversos instrumentos de viento impulsado por fuelle; Psalterium, instrumento parecido a la lira pero de cuerdas percutidas; Pandura, especie de zampoña con varios tubos de caña de diferentes tamaños sujetos, uno al lado del otro y formando escala musical; Pectem, arpa de veinte o más cuerdas; Phoenice, cítara fenicia; Sambuca, tipo de flauta; Sistrum, pandereta de bronce de origen egipcio; Simphonia, pieza cóncava de madera cuyos sonidos se producían al ser golpeada por pequeños bastoncitos o baquetas de madera; Tibia, flauta de hueso; Tintinnabulum, pequeña campana; Tympanum, tambor.

Es muy importante insitir que fue más adelante, durante el siglo XII, cuando el Repertorio Gregoriano tal como lo conocemos hoy, fue puesto por escrito en Notación Cuadrada a partir de la tradición oral.

INSTRUMENTOS Y ELEMENTOS TEÓRICOS MUSICALES APORTADOS POR LOS MUSULMANES

Un nuevo ingrediente se integra a la cultura occidental con la Invasión Musulmana ocurrida, como señalamos anteriormente, en los inicios del Siglo VIII (711), cuando árabes y bereberes islamizados comienzan la conquista de España y llegan hasta el corazón del reino franco, donde son frenados en Poitiers en 732 y comienza una guerra sin fin que durará hasta la Reconquista Española en 1492.

Muchas fueron las influencias musicales aportadas por los árabes musulmanes; entre los instrumentos musicales traídos por ellos en sus invasiones a través de la Península e Italia; varios conservaron sus mismas características y nombres, otros evolucionaron y se occidentalizaron. En la lista de instrumentos enumerados por Al-Shaqandi (m.1231), entre los Instrumentos de cuerdas más importantes reseña: el Laúd, Al-úd o Úd, un laúd de mango corto y otra variante el Ud qadim; el Shahrud, Archilaúd o cítara; el Jank, suerte de arpa; el Munis, la Quenira, parecida a la cítara y la Guitarra. El Rebec o Rabbab, el Kamanya y el Amza’d targuí, instrumentos de cuerdas frotadas antecesores de la familia de los violines.

Entre los Instrumentos de viento destacan: el Carrizo, el Zulami o Chirimía, antecesor oriental del Oboe. La Zocra, flauta barítono y la Nura, flauta aguda; la Nây, Qasaba o Yuak y el Añafil, flautas de diferentes  tamaños, tesituras o registros; la Zammara, especie de doble clarinete; el Surnay o Dulzaina, suerte de oboe rústico y entre los de viento-metales: el Buq, el Nafir y la Axabeda, suerte de trompeta. También trajeron variados instrumentos de percusión tales como: el Adufe o Pandero Cuadrado y otros Panderos, el Nacara o Nuqayrat, los Atambores (kus, naqqara, dabdab o tabl, el al-markab y la qasa); los Atabales o Timbales; varios tipos de Castañuelas; Sonajas de Azofar y muchos otros mas.

El primer Emir de Córdoba (756), Abd al-Ramán I, más conocido como Abderramán, Adderramán o Abdur-Rahman, primer gobernante de la Dinastía Omeya (Benu Umeyyas), mandó  traer para su corte al esclavo cantor destacado y ejecutante del Laúd (Úd), Afza[8]. En este tiempo fue muy popular El Pájaro Negro, Zyryāb, cantor y ejecutante del Laúd, instrumento al cual modificó agregándole una quinta cuerda y además introdujo el uso del Plectro de pluma de ala de águila; también fundó su propia escuela, en la que introdujo el Sistema Musical Árabe-Pérsico[9] usando una ESCALA DE NOTAS -DURR-I-MUFASSAL– muy similar a la pitagórica, sólo que –como en la nuestra-, sus intervalos se leían en sentido ascendente a partir del bajo y no de manera descendente, como lo hacían los griegos; esta escuela tuvo continuidad, gracias a varios miembros de su familia. Destacaron también en la música peninsular, el cantor, instrumentista y músico nacido en Baghdad, Abū’l-Husain al-Nuri, de gran fama en la región de Toledo[10]; Ali ibn al-Hamara, compositor y ejecutante del Laúd, al cual le dio su propio diseño; Bishara al-Zamir, flautista de gran prestigio y Abū Zacariyya, teórico, constructor e inventor de varios instrumentos, intérprete de Laúd y fabricante de un órgano, el Urghan. Se popularizan así, los ocho (8) Modos usados por los musulmanes de digitación para el Laúd, llamados Asabi y los cuales presentaban gran similitud con los Modos Eclesiáticos griegos. Aparecen en el canto y en la música para Laúd, el uso de las Variaciones o Diferencias, estilo que gusta y se arraiga en los músicos de toda la Península. Los teóricos musicales árabes más importantes son Al-Kindí (801-873), nacido en Kufa, hoy Iraq y cuyo nombre completo era Abū Yusuf Ya´qūb ibn Ishāq al-Kindī; el poeta, cantor y teórico, autor del Risala fi l-musiqui, Iahia al-Munaÿÿn al-Bagdadí (818-912); el filósofo y teórico chií, autor del Kitab al-Agani o Gran Libro sobre Música en 21 tomos, Abu al-Fārābi (872-950), además defensor y promotor de las teorías musicales griegas; Yahia Ibn Ali Ibn Yahia (m.912);  el famoso y destacado Ibn Sīnā, llamado y más conocido como AVICENA (m.1037); y los teóricos Al-Hussain Ibn Zaila (m.1048) y Safiuddin (m.1294).

Adicionalmente, los árabes aportaron la Numeración Arábiga y toda una nueva visión matemática de la música. Es importante señalar que el Sistema de Numeración Arábiga o Sistema de Numeración de base 10, provenía de la India, donde descubrieron el “0” (cero), llamado sunya o bindu en sánscrito. Su uso en Europa se remonta al año 976, divulgado a través del llamado Codex Virgilianus; pero de manera especial, fue el Papa Silvestre II –llamado Gerberto de Aurillac, natural de Alvernia, Francia y Papa desde 2/04/999 hasta el 12/05/1003 y a quien le correspondió superar los conflictos del Fin de Milenio, ya que la tradición decía: …Mil y no más-, quien se ocupó de difundirlo, gracias a su acción papal. Sus conocimientos matemáticos están expuestos en el Liber Abaci de 1202. Pero fue realmente, a partir del invento y difusión de la Imprenta en el siglo XV y XVI, cuando el uso del Sistema de Numeración Arábiga comenzó a hacerse popular en toda Europa.

 

REFERENCIAS:

[1] Hégira: palabra árabe que significa “migración”.El 622 marca el año musulmán, 1AH.

[2]  En la gráfica siguiente, una escena cotidiana en la vida de los reyes musulmanes; se nota la presencia de instrumentos musicales de origen oriental.

[3] Notación Neumática sin líneas o pautas, con      base en el texto:Ecce agnus qui tollis peccata mundi…

[4] Dom Daniel Saulnier, Abadía de Solesmes, ISBN 978-2-85274-210-9 /

[5] Franóis-Auguste Gevaert (1828-1908), El Origen del Canto Litúrgico, 1890.

[6] Sobre el tema recomiendo consultar en línea: Introducción al Canto Gregoriano, Prof. Juan Carlos Asensio Palacios, Escuela Coral de Madrid.

[7] San Isidoro de Sevilla, Etymol. Cap.14.

[8] Henry Farmer, History of the Arabian music. Londres, 1929.

[9] La Escala musical  llamada durr-i-mufassal o “perlas separadas”, cuyas notas o grados se denominan: dāl, rā’, mīm, fā’, sād, lām, tā. Según el lingüista, gramático y orientalista, Franciszek Mininski (1623-1698) en su obra: Thesaurus Linguarum Orientalum (1680).

[10] Ann Livermore, A Short History of Spanish Music, London (1972). ISBN 84-211-0313-X

HISTORIA DE LA MÚSICA (Curso 1)

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2 COMMENT

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LUIS

Gran artículo maestro.

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    Secretaría

    Gracias por su Comentario 😉

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